Paciencia

     La joven observaba su reloj de mano una y otra vez, su novio siempre llegaba tarde  a sus encuentros y, aunque ella lo sabía, procuraba de igual forma llegar temprano a sus citas así que le tocaba esperar. Mientras transcurrían los minutos de espera, caminaba de un lado al otro y volvía a consultar el reloj.

    Era una mañana soleada y el parque estaba lleno de personas listas para disfrutar de su fin de semana al aire libre. La joven veía pasar a los niños en sus bicicletas, los adultos trotando para ejercitarse, parejas tomadas de la mano…aquello la inquietaba más y volvía a mirar el reloj. Estuvo tentada a sentarse en una banca cercana pero sabía que mataba mejor el tiempo de espera si se movía de un lado para el otro, además la banca estaba ocupada por una anciana y tenía pinta de ser de aquellas que parloteaban con cualquier persona que les pasara por delante…no, no no…mejor guardar distancias, no le apetecía entablar conversación con desconocidos. Volvió a mirar su reloj.

 

-¡Quince minutos! ¿Qué le pasará?-se preguntó a sí misma en voz alta.

-Para ser tan vieja, no sabes nada de paciencia. Tal vez eso es lo que te falta por aprender-le dijo la anciana a voces desde la banca.

 

     La joven se sintió ofendida de inmediato, ya estaba tan enojada por la espera que aquello le pareció el colmo.

 

-Disculpe pero creo que usted tiene tres veces mi edad así que si hablamos de viejas…

-Me declaro culpable por la ofensa, no era mi intención ya que no me refería a tu edad y fácilmente me malinterpretaste.

-¿Entonces a qué se refería?

-A tu actitud.

-Eso no mejora las cosas.

-Solo digo que estás muy amargada para lo joven que eres. Deberías relajarte un poco, respirar profundo y tomarte las cosas con calma. Lleva siempre un libro contigo y así las esperas se te harán menos molestas, además estarás aprendiendo cosas nuevas.

-¡No soy ninguna amargada!

-¡Jajaja! Lo lamento, realmente fui muy dura al llamarte de ese modo…pero apuesto a que no me equivoco al decir que tienes mal carácter.

-Pues creo que todos lo tenemos cuando nos hacen esperar.

-Sin duda necesitas aprender algo de paciencia.

-No, los demás deben aprender a ser puntuales.

-Es verdad. La puntualidad es un deber pero no olvides que la paciencia es una virtud.

 

     La joven no respondió, dio media vuelta dando por terminada la conversación. Segundos después, ya harta de esperar, llamó a su novio el cual le anunció que el tráfico le estaba retrasando y que tal vez llegaría a su cita en unos quince minutos más. La joven cortó la comunicación sin despedirse y casi estrelló el teléfono contra el suelo de la rabia. Se dejó caer pesadamente sobre la banca tomando asiento junto a la anciana que ahora alimentaba a las palomas.

 

-Sí, aprender a ser paciente no es fácil-dijo la anciana arrojando migajas de pan a las palomas.

-No estoy interesada en aprender a ser paciente.

-Pues deberías si quieres llegar a vieja, así te ahorrarías la hipertensión y los infartos, te lo digo por experiencia. Tras dos preinfartos decidí tomar el consejo de una buena mujer y con el tiempo he desarrollado paciencia y tranquilidad.

-Pero si eres demasiado tranquila y paciente, las personas podrían comenzar a aprovecharse de ti, por ejemplo dirían “no hace falta que me apresure, ella siempre me espera y no se enoja”.

-Una cosa es ser paciente y otra es ser estúpido. Si tienes amigos así de inconscientes es tu deber hablar con ellos al respecto o no tratar a gente así. La paciencia existe para ayudarnos a mantener la calma ante situaciones que no podemos controlar. Por ejemplo, si empieza a llover y olvidaste tu paraguas, no te enojes, sólo mantén la calma que ya escampará, el mundo no se terminará porque llegues tarde cinco minutos a la oficina.

-Es muy fácil decirlo.

-Sí, ya te dije que sé lo que sientes y no desarrollarás la paciencia de la noche a la mañana, es algo que debes trabajar mucho.

 

     La anciana comenzó a buscar algo en su bolso de mano, finalmente sacó un libro tras mucho revolver el interior del gran bolso.

 

-Nunca imaginé que la historia se repetiría pero aquí tienes. Toma este libro, te ayudará mucho.

 

     La joven lo tomó y al ver el título, arrugó la cara entre divertida y confundida.

 

-¿ “99 chistes para 99 ocasiones”? ¿Esto también es un chiste?

-En lo absoluto, es el mejor libro para enseñarle a alguien sobre la paciencia.

-¿Cómo?

-El humor es una gran arma contra la amargura.

-¿Pero qué tiene que ver un libro de chistes con la paciencia?

-Eso lo descubrirás tú misma. Ahora sé una buena chica y ayúdame a levantarme.

 

     La joven ayudó a la anciana la cual comenzó a caminar alejándose lentamente.

 

-¿De verdad me regala su libro?-preguntó la joven.

-Sí, querida-respondió la anciana alejándose sin voltear a ver a la joven-. Regálaselo a otra persona que lo necesite una vez que tú ya hayas aprendido lo necesario.

 

    La joven quedó pensando un buen rato en lo extraño que había sido todo aquello. Comenzó a hojear  un poco el libro y a reír por algunos chistes.

 

-Qué linda te ves cuando sonríes, deberías hacerlo más seguido-le dijo su novio al sentarse junto a ella.

-¡Hey, llegaste antes! Dijiste que tardarías quince minutos más.

-En realidad me tardé más de veinte, lo lamento.

-Oh, está bien. Me distraje con este libro y se me pasó el tiempo sin darme cuenta.

 

     Durante la cita, la joven olvidó el extraño episodio y guardó el libro en su bolso. Casi habría sido como si aquel encuentro nunca hubiese sucedido de no ser porque al día siguiente tuvo que comprar víveres en el supermercado pero la fila para pagar estaba muy larga, comenzó a enojarse y a despotricar sobre lo lenta que era la cajera. Buscando su teléfono para hacer una queja por redes sociales, se topó con el libro de chistes, reflexionó por un momento y soltó el teléfono para comenzar a leer. Curiosamente había un chiste sobre supermercados, la joven rió y luego lo contó en voz alta, a su alrededor todos rieron y tras el chiste se inició una conversación, pasó el tiempo y, sin darse cuenta, la joven ya estaba pagando sus compras.

     Desde entonces aquel libro se convirtió en su compañero inseparable, incluso al terminarlo compró otro libro de chistes, luego de fantasía, historia, poesía… de este modo sus tiempos de espera se hicieron menos tediosos y se sentía mucho mejor. Casi todos los fines de semana regresaba al parque para intentar regresar el libro a la misteriosa anciana pero nunca más volvió a verla. Lo que sí sucedió años después fue que la joven (ya no tan joven) le enseñó la misma lección sobre la paciencia a un muchacho de muy mal carácter  que esperaba muy enojado a alguien en aquella misma banca.

 

-Nunca imaginé que la historia se repetiría pero aquí tienes. Toma este libro, te ayudará mucho.

 

Dione Gil B.

alma vieja2

 

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Dafne dice:

    ¡Me encantó!

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  2. yesskacygnus dice:

    ¡Es una maravilla! Lo volví a leer y el mensaje es tan oportuno como siempre. ¿Será que ese libro existe? xD

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    1. Lynnearah dice:

      Jajaja! En mi universo sí existe pero en este debe haber uno parecido. Si lo veo, te aviso 😂

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